lunes, 27 de junio de 2011

IDENTIDAD NACIONAL VENEZOLANA



Especial: TinaquilloTeQuiero (TTQ).
Por: Gruber Flores.
Tinaquillo. Estado Cojedes. Venezuela.

El presente es un artículo tomado del folleto Identidad Nacional, de la autoría de ROBERTO BRICEÑO LEÓN. Trata sobre un tema muy debatído, el tema de la Identidad nacional del Venezolano, y fué inicialmente publicado en El Nacional el 24-2-80. Como todos esos temas que se prestan a intensos debates sin conclusiones, desde 1.980 a la fecha, éste tema de la identidad nacional se mantiene estancado, y ello se observa en la literatura, en donde siemrpe se hace referencia al venezolano, mencionando alguna de sus características obviamente propias de su naturaleza e historia, es decir, de su identidad, que la tiene; sea muy buena, regular, o menos buena de lo deseado. La interpretación queda para el juicio de cada lector que haga valoraciones al respecto. En todo caso, sí hay una identidad, está en cada uno de nosostros, y viene de nuestra historia, nos ha puesto en el presente, y nos lleva hacia el futuro. Es en esta palabra "futuro" donde en nuestro criterio radica la importancia de nuestra identidad nacional, identidad que aquí en  TinaquilloTeQuiero queremos definir y conjugar en términos de "Relanzamiento, actitud positiva de reconstrucción, aceptación de nuestra grandeza histórica, aceptación sin complejos de nuestros errores históricos, y aceptación y alegría por nuestro inconmesurable potencial como País, y como Venezolanos".
La Historia  
Pre-hispana, colonial, independentista



El presente
Instituciones, Democracia, Libertad

                                                 
El futuro
Modernización, instituciones ágiles, información.
Reconstrucción.



ROBERTO BRICEÑO LEÓN
"La identidad es el futuro”
El Nacional,24-2-80.


"La lucha por la identidad propia.... Es una lucha por revalorizar lo propio, por reafirmar la bondad de nuestras acciones, la belleza de nuestras humanidades, la prestigiosa vigencia de nuestras formas híbridas, el encanto de nuestra lengua, la validez de nuestros ritos, de nuestros gestos, de nuestros ritmos vitales, valorizarlos, exaltarlos hasta el extremo, hasta la exageración, hasta la locura. Exaltarlos en la propia desproporción que requiere la fuerza y el peso que los siglos han puesto en su vergüenza.

Es también asumir .... Es asumir nuestra alma de tatuados y lanzarla al futuro en actitud de reconstruirse; reconociéndose, admitiéndose y proyectándose en esa lucha contra el otro, el olvido y el desprecio. Y hacerlo todo a sabiendas que, aunque se saque la nigua, siempre nos queda el agujero."

NUESTRA IDENTIDAD ES DESCOLONIZARNOS INTERIORMENTE.

La problemática de la identidad ha ocupado la preocupación de muchos pensadores venezolanos de los últimos tiempos y ha tenido una amplia difusión entre las producciones editoriales venezolanas tanto en diarios –especialmente en este papel literario- como en libros; pareciera ser como si, entre las crisis de los últimos tiempos, hubiera una necesidad de reencontrarse en el ámbito urbano, mas allá de las simples expresiones que identificaban al venezolano con una simbología rural que hoy resulta ajena, cuando no desconocida por el ciudadano. La discusión sobre la identidad continúa abierta y significa, en el día de hoy, un punto de encuentro para diversos profesionales y no exclusivamente para los etnólogos que tradicionalmente se habían ocupado del tema y, en mi opinión, el problema central continúa siendo el lugar en el cual se plantea la reflexión pues, la manera de planteárselo conducirá a una manera u otra de darle respuesta.

Se dice que somos un pueblo sin identidad, que tenemos que buscar nuestra identidad y, en ello, se recurre entonces a la búsqueda de vestigios del pasado reciente o al presente indígena; allí esta la fuente de donde proveerá  la identidad del pueblo venezolano. No lo creo y pienso que al partir de estas premisas pudiera llevarnos, como ha llevado a muchos, a ofrecer posturas melifluas, nostalgias improductivas, reflexiones de agua de papelón.

LA IDENTIDAD COLONIZADA
El pueblo venezolano tiene una identidad propia que incorpora una amenidad en su ser,  como todo pueblo colonizado. Nuestra identidad existe como identidad colonizada, identidad que no es una pérdida, identidad que no ha sido perdida sino que se   constituye en el despojo y en la presencia de un otro despojador y subestimante; la identidad existe entre las formas del olvido y no en la escasez de la memoria. Identidad escindida, vergonzante, tatuada, pero identidad en fin.
La  conformación de la identidad se realiza entonces en un proceso en el cual existe un otro constituyente de la deformación y del olvido, existe un otro cuya presencia, actuación y modelo es fundamental en la reflexión. No es que la identidad haya que salirla a buscar pues en el andar pareciera que se hubiera caído en el camino, no, es un despojo y una invasión, es un robo y una ocupación. El otro es entonces el personaje central  en el proceso colonizador, el otro es el desvirtuante, el otro es el que me hace, me obliga o me seduce a ser como soy; es el otro que se encuentra frente a mí, es el otro que se encuentra ya dentro de mí, es el otro que, viviendo de mí, me hace ser o pretender ser otro, similar a él, imitación oropelesca de él. Disfraz, como en un baile de máscaras de carnaval, pero cuyas caretas no están fuera sino que las llevamos impresas en el rostro.
Dos mecanismos, entre los varios existentes, quisiera destacar ahora como fundamentales en nuestro proceso de vida como pueblo colonizado, el primero es el de la amnesia, es un mecanismo en el cual la memoria es el otro, y para uno solo queda el olvido; es un mecanismo mediante cual olvidamos continuamente nuestra vida, nuestra historia, es un mecanismo que hace olvidar ignominias y sometimientos, como en defensa de una tranquilidad presente; olvido que se genera en la acción de una historia prestada e impuesta, de una historia en la cual se es un actor de segunda o de primera, pero sometido a las fuerzas de ese otro que asina el lugar y la función; en el cual la historia es el otro. Olvido que no se ausencia de memoria, sino imposibilidad de memoria, pues, todo tiende a ser olvidado en un mecanismo continuo e implacable. Lo que hay que destacar no es la manera como procedemos a olvidar. Olvido del sometimiento para continuar estando sometido. Es olvidar, como todo el mundo olvidó, la matanza de los bananeros y el tren lleno de cadáveres en la novela de García Márquez, nadie en el pueblo lo supo, nadie lo recordó, todo viviente lo olvidó.
El segundo mecanismo deja para nosotros el desprecio y para el otro la admiración. Es un mecanismo mediante el cual el otro se convierte en una figura sobrevalorizada, el otro es el portador de la verdad, del la belleza, de la razón y la limpieza. Todo lo hermoso está en el otro, todo lo prestigioso es su dominio, todo lo que fluye y lo que encanta, todo lo que es el ser y sus perfumes son su posesión. Para uno queda frente a ese otro el autodesprecio, lo nuestro es feo, vulgar, chabacano; todo lo “nacional” es malo, sin calidad, sin belleza; lo nuestro es sin cultura, sin “charm” y hasta huele mal; nos avergonzamos de nosotros, de nuestra música, de nuestras casas, de nuestros trajes, de nuestro pelo, de nuestro color, de nuestra historia, de nuestros hábitos, de nuestro ser.   El autodesprecio llega hasta los últimos tuétanos de nuestra palabra y nuestro silencio, se instala en nuestro ser y nos acusa y carcome, nos despoja y nos humilla. Si somos tan poco, si lo que tenemos está deplorado, mezclado y mestizado, lo que tenemos que hacer es buscar ser como el otro; si deseamos “mejorar la raza y elevarnos como pueblo” debemos procurar parecernos al otro, pretender ser     - un otro - en sus gestos, sus hábitos, su lengua.

LA LUCHA POR EL NOMBRE PROPIO
La lucha por la consecución del nombre propio, de la identidad propia, no libre, de influencias pero si de sentimientos, es entonces un proceso de varias unidades y no de exclusiva labor aislada e individual de aquel sujeto colectivo. Implica una guerra contra el otro opresor alojado en mi. Es una lucha por expulsarlo y no de su terreno afuera, sino de mis propias interioridades que lo reproducen, que lo alimentan en mi repetición, que le dan vida, en su ausencia, por la omnipresencia que tiene en mi inconsciente y mi imaginación.
En una búsqueda por conquistar la propia identidad contra el olvido, no es un ejercicio de memoria, no es un ejercicio por memorizarnos como pueblo sino luchar contra los mecanismos del olvido, contra las formas institucionales del olvido y contra las presencias sutiles de la amnesia. Es una lucha por revalorizar lo propio, por reafirmar la bondad de nuestras acciones, la belleza de nuestras humanidades, la prestigiosa vigencia de nuestras formas híbridas, el encanto de nuestra lengua, la validez de nuestros ritos, de nuestros gestos, de nuestros ritmos vitales, valorizarlos, exaltarlos hasta el extremo, hasta la exageración, hasta la locura. Exaltarlos en la propia desproporción que requiere la fuerza y el peso que los siglos han puesto en su vergüenza.
Es también asumir el pasado, pero no como una unidad incólume. Es asumir el pasado como lugar de enfrentamientos y escenario de derrotas y vejámenes, es asumir tantas luchas libradas y tantas imposturas, es asumir el pasado con su soflama, es atraerlo al presente con su pena. Es abrir las páginas de ese libro para refrescarlas en el hoy, para hacerlas nuestras en sus orgullos y sonrojos. Es retomar la vergüenza tenida de los propio para hacerla vida, escarmiento y lucha. Es reinterpretar el pasado a la luz de la lucha por la conquista de un futuro. Es asumir la marca que llevamos y que nos han dejado el camino de sometimientos y de cambios de amos y patrones. Es asumir nuestra alma de tatuados y lanzarla al futuro en actitud de reconstruirse; reconociéndose, admitiéndose y proyectándose en esa lucha contra el otro, el olvido y el desprecio. Y hacerlo todo a sabiendas que, aunque se saque la nigua, siempre nos queda el agujero.

LA IDENTIDAD ES EL FUTURO
La identidad no es entonces un sueño del pasado, es un abra, es una obra del presente cosechando hacia el futuro. La identidad que buscamos tan solo la obtendremos en nuestra lucha contra los mecanismos desidentificados o de identificación colonizada, es una conquista que se obtiene en nuestra lucha como pueblo que busca controlar su propio destino. Y en esa lucha son muchos los actores y no todos son iguales. La idea de “Nación”, por ejemplo, es una unidad ficticia en el proceso de búsqueda de la identidad; es ficticia porque engloba agentes sociales demasiado contradictorios y porque muchos de ellos son los más aferrados y ventrílocuos del opresor; la noción de “Pueblo” es también frágil por sostener de inicio a los agentes del proceso referido, tan solo podemos establecer que serán todos aquellos que se definan como tales en el proceso contra la colonización y serán muchos, de muchas extracciones sociales.
Nuestra identidad será la que logremos en el a posteriori del proceso si queremos verlo como Estado, pero mejor, será la propia lucha forjadora y constituyente si la vemos como proceso. Este proceso es contradictorio y sólo así lo puede ser; es un proceso de luchas con altibajos y con renovadas definiciones, en una vida como pueblo, unos hábitos, un arte, una música, una arquitectura, una literatura, una actividad científica, que se enraizan en el pasado, pero que producen ahora, que tenemos que generarla nosotros contra los mecanismos de sometimiento y por la identidad como pueblo histórico, que tenemos que lanzarlos hacia el futuro. La identidad no es una pavana nostalgia, es un impronto alegre, efusivo y que está por hacer.
La identidad no es una unidad, es una forma contradictoria hecha contra los orfebres del desprecio y el olvido, contra ese otro opresor, ese otro magnífico, ese otro que me hace ser una Otredad, y construida como proceso unimismador de múltiples expresiones sociales, unificadas en el proceso común de lucha, pero admitidos en su diferencialidad admitida y deseada. Diferencia vivida y reforzada a lo interno de su diversidad creadora, y admitida y cultivada hacia otros pueblos como verdadero intercambio y transculturación de iguales.
Si hablamos de conquista de la identidad como lucha, tendremos que admitir que de la liza saldremos golpeados todos, pero, podremos quizás así, controlar nuestro destino como pueblo. Mientras tanto el embargo hecho a Baralt continuará pesando sobre nosotros.



ROBERTO BRICEÑO LEÓN

“La identidad es el futuro”

El Nacional,24-2-80.